-ARTE, POESÍA Y CULTURA DESDE LA ZONA SUR DE SANTIAGO DE CHILE-
Centro Literario Ateneo San Bernardo
Carol Wuay (Carolina Pavez Valdivieso)
Ha sido ganadora en varias ocasiones en el Premio Municipal de Literatura de San Bernardo, obteniendo cinco veces el primer lugar tanto en novela como en el género cuento. Recibió también el premio Nacional de Oscar Castro (2003) y el Stella Corvalán (2009), además de una mención honrosa en un concurso internacional de literatura organizado en España (2007). Socia activa del grupo literario Ateneo, publica sus obras en la conocida revista Aurora Boreal. Sus libros publicados hasta ahora son: Cuentos bajo la Sombra. Fantasía para Todos, La Carnada y Pescadores de Murallas.
PESADILLAS
-- “El hada negra, su vuelo desboca
te roba el aliento
y te besa la boca .”
--No me importa que me escuchen cuando canto. Estando amarrado de pies y manos a esta dura cama, es lo único que me queda por hacer. Y ya que no puedo moverme porque el cuerpo está también sujeto; giro un poco los ojos. Primero hacia la derecha, donde está el velador con el agua y los remedios, y luego hacia el frente, para ver si por la ventanilla se asoma algún enfermero y decide ayudarme ahora en el apuro que tengo de ir al baño; aunque no pienso llamarlo, prefiero seguir cantando la tonada que cuando chico me enseñó mi madre :
-- “El hada negra su vuelo desboca....”
Un golpe seco se escucha provenir de la pieza del lado. Alguien me está reclamando porque no le gusta mis desafinaciones. ¡Qué piense lo que quiera el muy tarado! Yo nunca estudié canto.
Y que más da si con elevar un poco la voz olvido la necesidad de ir al baño y, lo que es mejor, la llegada de esos insectos asquerosos que se meten por todas partes para torturarme.
Los doctores no me creen cuando les digo que los bichos vienen a devorarme. He gritado durante tres noches seguidas, teniéndome que aguantar que hasta me introduzcan sus repulsivas patas en la boca; y aún así, nadie se acerca para socorrerme. Dicen que estoy loco, como el enfermo de la pieza vecina y que se cree maquinista de locomotoras; “¿ y de qué marca ? ” , me pregunto yo. Por eso me amarran. Porque me catalogan de “ loco peligroso”, y ahora estoy en una de mis crisis . ¿Y quién no va a desesperarse a la vista de tantos bichos que se suben por la colcha de la cama para pincharme con sus lenguas, o golpearme con sus afiladas alas el rostro. Si parecen verdaderos vampiros que llegan a chuparme la sangre y la saliva, como la canción del hada. Aunque tal vez sean mariposas: metamorfosis de Lepidóptero - desmodóntido.
Es raro, quizás sea una clase nueva. Ellas pueden transformarse, tienen esa habilidad. Y me rasguñan, y me introducen sus hocicos en la boca haciendo que me den ganas de vomitar.
Le oí decir a uno de los médicos que sufro de pesadillas. Que los bichos son fruto de mi locura. ¡Ya quisiera verlo a él, sujeto a esta cama, sintiendo cómo le recorren el cuerpo; y más encima, sin poder ahuyentarlos porque te tienen las manos atadas.
Ahora los oigo venir, y mi canto se atropella entre las cuerdas vocales y la garganta. ¡No aguanto ese tropel con murmullos de patas y de alas! Si vienen subiendo por la cama, ¡no quiero mirarlos ! Sé que me buscan. Y les tengo asco...y miedo. Sobre todo a sus caras. Porque las he visto; todos los bichos tienen el reflejo de Favia. ¡Sí, de Favia , mi mujer ! ¡La muy zorra, que me engañó con mi mejor amigo y por eso la maté!
No quise decirle a la policía dónde la escondí. ¡Es mi secreto!
¡Mío sólo! Por eso vienen estos bichos a torturarme: para que yo lo revele . Pero prefiero cantar, aún cuando sus negras alas se me incrusten en el cuello haciéndome sangrar. Al fin y al cabo soy entomólogo, y sé cómo tratar a estos insectos chupadores de saliva y de sangre. ¡Pero nada de secretos ! Porque no voy a revelarlo. ¡No voy a hacerlo!
Y grito esto mientras mis verdugos me aplastan e hinchan sus duros estómagos con lo que puedan arrebatarme del cuerpo.
Un enfermero asoma su flaca cara entre los barrotes de la ventana, y luego le dice a su compañero:
--Este es el entomólogo que atacó a su mujer con unas tijeras.
--Supe algo del caso. Después de herirla la ocultó en el cuarto donde tenía su colección de mariposas, y luego se entregó a la policía. Aunque no me enteré si ella sobrevivió al ataque--respondió el otro encaminando sus pasos por el pasillo del hospital siquiátrico.
-- La mujer se salvó. Por suerte la hallaron pronto, y ahora está recuperándose-- respondió el famélico enfermero echando una última mirada por la ventanilla--. Pero este hombre ya está condenado. Y lo más extraño de todo, es que al parecer su locura le ha convertido el remordimiento en pesadillas...¡terribles pesadillas!
“En todo caso , no es lo mismo que pienso yo ”, me dije al oír cómo sus voces apenas atraviesan la masa de insectos que me ahoga.
CITA CON EL DENTISTA
Siempre he detestado el color blanco. Lo sé porque jamás me habría casado con traje de novia ; y además me recuerda a los delantales. Claro que entre odiar un color y tener que usarlo hay mucho de resignación . Eso lo medito mientras lo miro a usted, doctor Hernández , aunque ahora te voltees sólo para decirme:
--¡ Más anestesia , señorita González !
Y yo corro a buscar otro tubo, pensando que ya van cuatro , y que es más fácil anestesiar a un caballo. Por supuesto que el paciente sufre, y quizás yo sea algo sádica, porque al poner el tubo dentro de la carpule, miro quedamente la aguja y de soslayo el rostro del paciente, cuyas manos se aferran temerosas a los brazos del sillón.
Todos temen al dentista. Los niños gritan al verlos ; y yo creo que toda la culpa la tiene el famoso blanco, aunque eso de tener la boca abierta, con agujas que vienen y van, y la maquinita siempre girando...
Detesto a rabiar el olor a Eugenato. El pelo se me pasa al medicamento, y la ropa absorbe cuánto olor puede : Barniz Cavitario, Formocresol , Monómero... un conjunto de hedores que se van con una cuando viaja ; y más encima, que en el bus te hacen de lado porque hueles a dentista , ¡ y quién quiere a los dentistas que son todos sinvergüenzas y malos, aún cuando las caries no las formen ellos, sino la mala higiene de sus acusadores! Y yo que, corro entre algodones y quejidos ; y si es la pieza doce o la catorce, ¡ a mí que me importa ! Si total , la boca no es mía , aunque me encanta eso de preparar la aguja.
--¡Señorita González, le dije anestesia al 3% y no al 2% ! ¿No ve que el paciente es hipertenso? -- chilló el doctor Hernández mirándome muy molesto , mientras que sus ojos se acrecientan tras los cristales de los lentes, dándome la impresión de que más parece un búho que un médico.
Luego, me apoyo en el escritorio y veo que la revista pasa rápido por mis manos, al mismo tiempo que afuera esperan un par de presupuestos. Un suspiro se me escapa de la boca cuando veo que ya ha muerto otro médico. Tiene el delantal horriblemente manchado con sangre , y acerco un poco más la foto para verlo. Sí, es el doctor Ramírez, de la clínica de enfrente, asesinado en su casa por una persona desconocida . No hubo robo, y eso confunde a la policía que piensa que el homicidio se originó por algún desquite sentimental , puesto que se encontró una pulsera de mujer en el sitio del suceso .El cuchillo hizo buen trabajo, y me admira el hecho que tanta sangre tape el fastidioso color blanco, al que tal vez deteste porque antes quise ser también dentista, y el puntaje no me alcanzó para tanto.
--¡ Deje eso , y pásame el Yodoformo !-- me grita el doctor Hernández a la vez que sujeta un elevador ensangrentado .
Yo me levanto de mi asiento con fastidio, y pienso que quizás mañana deba hacerle una corta visita. Antes de comprarme otra pulsera , claro está.