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ESPECTADORES COTIDIANOS

 

 

Los gorriones se acercan a la cocina,

  el budín de zapallitos italianos

manchado de aceite en el recetario.

 La vitrina acomoda la cristalería

     copas azules quedan tres,

   garzas dos.

 

En los platos fríos merodea un mosco

     anunciando visitas

 la contra

dos escobas sumisas tras la puerta.

 

 Arrumbados en el pasillo trasero

  las ollas  llenas de saltaduras

 ya no palpitan con las humitas

       ni con el mix de yerbas para los várices.

   El brasero no quema la vida.

   Un racimo de cebollas brota

encaramado en las columnas de fierro

             mientras los rosarios verdes llegan al pavimento.

 

Al fondo del patio la escalera reposa.

     La perra vecina gime,

     sin escapatoria,

    rasguña y rasguña.

 

Los dientes del cuchillo cocinero

      cortan y no devoran,

   la cuchara de madera con un pedazo menos

    sacia el apetito en la carne.  

 

     Las paredes del comedor miran fotos,

     unas pocas migas de pan sobre la mesa,

       la silla de Anita, vacía.            

VISIONARIO

 

     ( A Dante Cuadra )


 

    Iluso  que tropiezas con la gente

atisbando lejanías,

mirando al poniente hasta que anochece.

 

 Esquivo a veces,

evocador como una despedida,

       otras veces expresivo,

   interrogador con la mirada.

 

Portero de un cuento que guardas

en tantos cuadernos deshojados,

 un largo poema

  y otros versos inconclusos.

 

Abordas las canciones que puedes

con la sed de un cisne en agonía

     y después las abandonas,

llevando en tu morral de solitario

  la inútil belleza de la música.

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